"Se llama Tomoko Uemura. Está envenenada por el mercurio que había en el vientre de su madre"
Tomoko en el baño. Fotógrafo: Eugene Smith |
Llegamos a creer que se podía cambiar el mundo a golpe de clic ...... no sé ...... el mundo gira
El poder de una fotografía y de un fotógrafo comprometido
(La periodista francesa Marie-Monique Robin escribe entre los años 1998 y 2000 una serie de artículos acerca de las 100 fotografías que han marcado la historia del fotoperiodismo en el siglo XX, a continuación se transcribe el texto publicado en 1998 por El Pais Semanal, el cual forma parte de la serie "100 fotos del siglo XX")
Tomoko en el baño . Eugene Smith / 1972
" Se llama Tomoko Uemara. Está envenenada y mutilada por el mercurio que había en el vientre de su madre". Éste es el pié, con el que se publicó esta foto irresistible, en junio de 1972, en la revista Life. " Hablo en nombre de los que no tienen voz", decía el fotógrafo Eugene Smith, que reveló al mundo la primera gran catástrofe industrial del siglo.
Todo empieza a principios de los años cincuenta en el sur de Japón. El grupo químico Chisso instala una planta en el puerto de Minamata, que vive de la pesca. Para sus procesos de fabricación, la empresa produce cloruro de mercurio metilado, que se arroja sin ningún tratamiento a la bahia. Poco después se habla de un "mal extraño", que provoca tétanos a los gatos y los mata. Luego, el mal empieza a afectar a los humanos, que nacen con los miembros deformes y graves lesiones neurológicas. En 1956 se identifica al culpable: es el mercurio, que infecta los fondos marinos y se deposita en la carne de peces y crustáceos, con lo que contamina la cadena alimenticia. Refugiado en su soberbia - con el respaldo del Gobierno japonés, que nada en pleno milagro económico -, el grupo Chisso no detiene la emisión del veneno hasta 1968, y, entonces, sólo porque el procedimiento ha quedado obsoleto. Mientras tanto, en el fondo de la bahía se han acumulado varios centenares de toneladas de mercurio. El mal de Minamata avanza inexorable, entre la indiferencia general. " Es un genocidio industrial ", escribe Eugene Smith, que había convertido el compromiso en la esencia estética de su vida. Nacido en 1918, hijo de un comerciante al que la Gran Depresión empuja al suicidio, Smith se ve obligado a trabajar desde muy joven, como reportero gráfico a la pieza, antes de ser contratado por Life, que le nombra corresponsal de guerra en 1942. El 22 de mayo de 1945 un obús, en la batalla de Iwo Jima, le estalla en el rostro y le hiere la mano. Necesita 30 operaciones para recuperar su capacidad. En 1956, Smith entra en la agencia Magnum, con una profesión de fe: defender la vida con el poder se su Leica. En 1970, el fotógrafo y su esposa Aileen -norteamericana de origen japonés- oyen hablar de la contaminación en Minimata. "Decidimos ir a fotografiar la resistencia de los habitantes para ser reconocidos como víctimas y obtener las justas reparaciones", refiere hoy Aileen. "Para nosotros se trataba de una obligación moral". La pareja se establece en Minamata. Muy cerca vive la familia de Tomoko Uemura. "Todos los días veíamos pasar a su madre, con ella a la espalda. Eugene pensó que podría ser un mensaje muy eficaz". Smith propone a la madre una sesión de fotografías y sugiere el momento del baño. "Quería una imagen que trasmitiese el amor materno de forma casi tangible", explicará después. La madre de Tomoko acepta, con el fin de " mostrar al mundo lo que la contaminación le había hecho a su hija". Por una ventana penetra con suavidad un hilo de luz. El fotógrafo añade dos lámparas de flash para destacar el juego de sombras. La madre entra en la bañera con su hija inerte en brazos. " Con los ojos llenos de lágrimas ", Eugene Smith hace " cinco o seis fotos: sabía lo que buscaba", murmura Aileen. Lo que llamaba " el momento decisivo ". Hasta que una foto atraviesa la película: con sus miembros mutilados que sobresalen del agua y el rostro tendido hacia la mirada afectuosa de su madre, Tomoko parece sonreír, " Era una imagen de amor ", dijo el fotógrafo. Una terrible imagen que arrancará definitivamente el mal de Minamata de la nada. "Gracias a esta foto, la contaminación industrial tenía, por fin, un rostro", afirma Ralph Nader, abogado de los consumidores en Washington. Luchador contra los excesos de la sociedad industrial, Nader se lanza, desde 1972, a una campaña de opinión en favor de las víctimas del mercurio. Resultado: en Minamata, las cosas empiezan a moverse. Con el apoyo de un movimiento de solidaridad, las víctimas presionan en los tribunales y en la calle. Junto a ellos, Eugene y Aileen Smith, que han jurado permanecer a su lado hasta que Chisso sea condenado a pagar las indemnizaciones. "Participaban en todas las luchas", recuerda Kimiyo Itoh, responsable de una asociación de víctimas. " A diferencia de los demás fotógrafos, que sólo vinieron a hacer unas cuantas fotografías, él se comunicaba con el corazón: por eso sus fotos tienen tanta fuerza". El 7 de enero de 1972 la pareja fotografía una manifestación ante una sucursal de Chisso. Una decena de guardias atacan a Smith y le golpean la cabeza contra un muro. Nunca se recupera de sus lesiones: su mano derecha tiembla y su ojo derecho ha perdido agudeza. Entretanto, Chisso es condenada, aunque todavía hoy no ha terminado mel caso: " El Gobierno elaboró un censo de 14.000 víctimas", explica Aileen Smith. " Pero para nosotros son muchas más. La lucha continúa". Después de la muerte de Eugene, en 1978, Aileen volvió a Japón. De esa experiencia sólo lamenta el deterioro de sus relaciones con la familia de Tomoko. " La foto no pudo impedir su muerte. Para ellos es una carga inmensa ser la familia que encarna, para siempre, el sufrimiento de Minamata".
Texto: Marie-Monique Robin