¡ No maten al fotógrafo !
“Mientras personas reales están por ahí matándose entre sí o matando a otras personas reales, el fotógrafo permanece detrás de la cámara para crear un diminuto fragmento de otro mundo: el mundo de imágenes que procura sobrevivir a todos.
Fotografiar es esencialmente un acto de no intervención. Parte del horror de las proezas del fotoperiodismo contemporáneo tan memorables como las de un bonzo vietnamita que coge el bidón de gasolina y un guerrillero bengalí que atraviesa con la bayoneta a un colaboracionista maniatado proviene de advertir cómo se ha vuelto verosímil, en situaciones en las cuales el fotógrafo debe optar entre una fotografía y una vida, optar por la fotografía. La persona que interviene no puede registrar; la persona que registra no puede intervenir.”
(Susan Sontang “Sobre la fotografía”)
La niña de Armero (Frank Fournier / 1985 ) |
La niña de Armero (Frank Fournier / 1985 )
“Esta niña pagó con su vida la irresponsabilidad de los políticos. Si hubiera que hacer de nuevo la foto, volvería a hacerla". Con la voz embargada por la emoción, a Frank Fournier le cuesta hablar de Omayra, la pequeña colombiana de Armero cuya imagen conmovió a todo el planeta. “Fue uno de los momentos más dolorosos de mi carrera", susurra, "pero nunca olvidaré que la muerte de esa niña podría haberse evitado si se hubieran provisto de los medios necesarios". Se refiere, en particular, al Gobierno colombiano, que no reaccionó cuando, en septiembre de 1985, un equipo de geólogos dio la voz de alarma: situado a un centenar de kilómetros de Bogotá, el volcán Nevado del Ruiz presentaba indicios inquietantes de reactivación. El miércoles 13 de noviembre, a las diez de la noche, se confirman las previsiones de los científicos: 20 millones de metros cúbicos de cenizas y rocas incandescentes caen en avalancha sobre los glaciares y liberan un enorme volumen de agua que inunda el Valle. Las masas de lodo alcanzan un espesor de 40 metros y una velocidad de 50 kilómetros por hora. Perecen 24.000 personas. Cuando acaba la tormenta, Armero ha quedado borrado del mapa. “Mi primera imagen", cuenta Frank Fournier, “fue la de una ciudad arrasada". El fotógrafo llega al día siguiente de la catástrofe y recorre la zona que las autoridades colombianas han declarado “cementerio nacional": “Todo estaba cubierto de cal, y se seguía oyendo a gente que gritaba". El sábado, hacia las seis de la mañana, un campesino le hace señas para que le acompañe. El fotógrafo atraviesa escombros y llega a una charca de aguas fangosas. Del cenagal lleno de cascotes sobresale la cabeza de una niña, para evitar verse arrastrada hacia el fondo, la pequeña mártir se aferra a una barra metálica: “Era una escena de una violencia insólita", recuerda Frank Fournier. “Mi reacción fue: pero por qué no la han sacado de ahí?". La pequeña Omayra Sánchez, de 12 años, lleva dos días y tres noches con el cuerpo sumergido en el barro y las piernas atrapadas entre la cubierta del tejado de su casa. Bajo ella se encuentran los cadáveres de su padre, Álvaro, y su tía Adela. La única forma de rescatarla es llevar una grúa que levante los escombros y una bomba hidráulica que aspire el agua. La primera no llegará jamás y la segunda lo hará demasiado tarde. Sin embargo, durante sus largas horas de calvario, los equipos de televisión toman imágenes repetidas de Omayra. Imágenes terribles que se difunden en los informativos de todo el mundo. "Estaba furioso", relata el fotógrafo, “había sido posible llevar cámaras, pero no una bomba hidráulica. Estuve a punto de no poder hacer ninguna foto, por lo insoportable que me resultaba. Pero me dije զue no era médico nl socorrista y que mi deber era dar testimonio”. Hace una primera foto a unos 15 metros y después se aproxima: Omayra tiene la piel transparente, los ojos enrojecidos por el agotamiento y las manos de una blancura extrema. Ha pasado la noche en brazos de miembros de los equipos de salvamento, que han intentado darle calor. Sonríe con frecuencia. Dice que tiene que volver al colegio para no perder el curso. Pide a los socorristas que recen con ella: “Rezamos todos, explica Frank Fournier. Alrededor de las nueve de la mañana, Omayra siente malestar en el corazón. Los equipos de Salvamento intentan darle un masaje cardiaco y un boca a boca. pero todo es en vano. A las 9 horas y 16 minutos, echó la cabeza hacia atrás y murió.
Frank Fournier tiene dudas: ¿debe dejar que se publiquen estas fotos?. Consulta a varios amigos y llega a una decisión: "Nada de hipocresía, hay que mostrar la injusticia de lo que ha sucedido, es fundamental". Nada más difundirse, la foto de la pequeña Omayra provoca una viva polémica internacional. El objetivo es el fotógrafo, acusado de voyeurismo mercantilista. "La gente reaccionó ante la foto con la misma violencia que yo había reaccionado ante la situación, asegura. “Con la excusa de un debate ético, me convertí en el chivo expiatorio natural. La polémica fue la derivación de un sentimiento colectivo de culpa frente a la incapacidad de organizar las ayudas".
( TEXTO: MARIE-MONIQUE ROBIN )